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Incurso


“Infame lo visitó en su celda, yacía en una esquina de esta, triste,  culpable, avergonzado, imposibilitado de llevar a cabo lo que él creía correcto… infame lo miro… se acercó y le susurró
               -¡El que manda aquí soy yo!
El acusado lo miró fijamente, después de unos instantes, segundos eternos para ambos, apartó la vista hacia un lado, despreciando al personaje que tenía en frente, y susurrando al tiempo:
                                      - Adiós Cerebro
                                      – Adiós… Corazón!. ”

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