Ayer comencé a trabajar. Me doy
cuenta que la vida avanza a un ritmo impresionante, no se detiene por nada ni
por nadie, yo solo me dejo llevar y el ritmo de esta gran ciudad me consume.
Poco a poco debo dejar cosas de lado, cosas que realmente me hacían feliz, paso
a ser una especie de robot monocorde. Mis amigos, son difusas imágenes que
recuerdo como quien recuerda un sueño. Hoy cuando abrí los ojos, mi piel era
gris, unas manchas oscuras tapizaban mis arrugadas manos y de mi brotaban mangueras
que me ataban a la vida que nunca viví.
Entrar a trabajar siempre te hace consciente de los cambios en tu vida, es como si derrepente comenzaras a madurar y todo lo que te daba "vida" pasa a ser criticado como algo inmaduro. Me gustó tu relato, me hace pensar.
ResponderEliminarGracias por pasar por mi blog, pasaré más seguido por el tuyo.